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Foto del escritorFrank Rodz

No negocies: 3 Ocasiones en las que no puedes ceder

Siendo madre de cuatro, constantemente me encuentro negociando términos de compromiso entre mis hijos:

Si tu hermana viaja en el asiento delantero de ida, tú viajarás ahí de regreso.

Si tu hermano utiliza el vaso verde para beber hoy, tú puedes utilizarlo mañana.

Si eliges ver tu serie favorita hoy, la próxima ocasión tu hermana podrá elegir la suya.

Es como una danza continua en pareja donde, ninguno de los dos compañeros puede descifrar los pasos, se pisotean constantemente y se gritan sin tener idea alguna de cómo hacer que el baile funcione hasta que el instructor se acerca y les recuerda: «Si tú te mueves a la derecha, ella se mueve a la izquierda. Si tú vas primero, él va después».

Algunas veces una negociación se describe como un acuerdo de dar y recibir, pero existen algunas ocasiones donde la Biblia dice que nunca debemos negociar. ¿Puedes pensar cuáles son? Si estás pensando en el pecado, Satanás y la Escritura, estás en lo correcto.


Nunca negocies con el pecado

Cualquier acuerdo con el pecado es como saltar a una canoa sin remos. Al principio puedes pensar que todo va bien. Es posible que la corriente sea tranquila y el sol sea cálido; pero eventualmente la corriente te llevará por aguas turbias y, sin remos, esas aguas te arrastrarán dentro de aguas mucho más profundas y turbulentas. Los vientos de este mundo soplarán y te verás atrapada en la corriente, serás sacudida por olas torrenciales de idolatría sin tener la más mínima idea de cómo llegaste hasta allí.

El pecado no juega limpio. Pensamos que podemos vivir cerca del pecado (incluso invitarlo a pasar) y permanecer intactas, pero la corriente es más fuerte. Si cedemos, aunque sea un poco, eventualmente el pecado nos hundirá hasta el fondo. 

En el momento en que pactamos con la maldad, quebrantamos el pacto con la santidad y es imposible mantenernos relacionadas con ambos pactos. 

Santiago 4:4 dice: «¿No saben ustedes que la amistad del mundo es enemistad hacia Dios? Por tanto, el que quiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios». Es imposible tener amistad con Dios y con el mundo cuando ambos se oponen entre sí. 


Pero, ¿cómo es tener una amistad con el mundo? Es ponerse de lado del mundo y no del lado de Dios. Es negociar la Escritura para aliviar tensiones con los incrédulos. Es aceptar la conducta pecaminosa. Es ser indiferente a la obediencia. Es afirmar ser cristiana y no vivir como Cristo.


Nunca negocies con Satanás

La vida cristiana no es un pícnic, ¡es una guerra! Somos soldados con una necesidad urgente de la armadura de Dios para poder resistir las artimañas tentadoras del diablo. Nuestro gran enemigo no solo nos observa, sino que hábilmente nos seduce con negociaciones espirituales, tentándonos para que cedamos nuestras convicciones...solo un poco.

El diablo no busca hacer amigos; su meta es capturar prisioneros de guerra. Destrucción es el nombre de este juego, y desafortunadamente parece que va ganando territorio en medio de la Iglesia. 

¿Puede el diablo persuadirnos de que la homosexualidad no es pecado? ¿Puede engañarnos para pensar que somos racistas por apegarnos a la definición de Dios sobre el bien y el mal? ¿Puede distraernos con incentivos mundanos y problemas superficiales? ¿Puede robarnos el gozo y mantenernos enfocadas en nosotras mismas? Desafortunadamente en muchos de los casos la respuesta es .

Usualmente los argumentos del diablo se oyen bien. Por fuera parece que son verdad, pero por dentro son como una bomba de tiempo lista para detonar a cualquiera que se trague sus mentiras. ¿Pero cómo nos pide Dios que respondamos? Huir de la tentación y aferrarnos a Cristo. Solo Jesús tiene el poder para derrotar las fuerzas espirituales de maldad.


Si buscamos resistir la tentación por nosotras mismas, perderemos. Alejadas de Cristo no podremos hacer nada para defendernos. Negociar con Satanás es imposible. Si le damos un centímetro, él tomará un metro, y eso es exactamente lo que busca: una pequeña fisura en nuestras convicciones. Una pequeña cabida puede darle amplia entrada para suprimir nuestra justicia y demoler nuestra fe.


Nunca negocies la Escritura

El declive en el cristiano sucede rápidamente cuando, al tratarse de la Escritura, está dispuesto a negociar, ya sea no apegándose a ella, no conociéndola o no creyéndola. Pero la Biblia no es una opción para la fe cristiana. Nosotras no tenemos derecho a votar si lo que ella nos dice nos gusta o no. Como seguidoras de Cristo, tenemos la tarea de guardar cada capítulo.

Es imposible tener una relación con Dios sin estar adheridas a la Palabra de Dios. La fe no es el acto de creer que Dios hará todo lo que yo quiero; la fe es el acto de creer que Dios hará lo que Él ha dicho. Alejada del conocimiento de la Palabra de Dios puedo tener esperanza, pero no puedo tener fe.

La razón por la que negociamos la Escritura es porque pensamos que conocemos una manera más fácil, un mejor camino, o un camino más satisfactorio. Pero, negociar la Palabra de Dios no nos dará satisfacción; solo nos llevará a la tristeza. Desde el momento en que nos alejamos de la Escritura, nos alejamos de Dios, porque Jesucristo es la Palabra (Verbo) hecha carne (Juan 1:14).

Es por eso que estoy agradecida por ministerios como Aviva Nuestros Corazones, los cuales rehúsan negociar con la Palabra de Dios sin importar la presión cultural. Cada vez que cambiamos, suprimimos o minimizamos la Escritura, creamos un dios falso y abrimos ampliamente las puertas a la idolatría.


El tiempo altera muchas cosas, pero no puede cambiar la relevancia, la precisión ni la legitimidad de la Palabra de Dios. «Se seca la hierba, se marchita la flor, pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre» (Isaías 40:8).


Cristo es nuestro ejemplo

Ciertamente hay ocasiones en las que la negociación es una herramienta efectiva, como cuando mis hijos discuten por el asiento del frente o cuando mi esposo y yo diferimos dónde colocar nuestro mini granero. Pero nunca hay una razón válida para negociaciones espirituales. En otras áreas de la vida hacemos concesiones por una sola razón: mantener la paz. Pero cuando se trata de Satanás o el pecado, no existe la paz, solo hay confusión.

Jesús nunca negoció con el pecado, Él reprendió al diablo (Mateo 4:10). Él no negoció con el enemigo; Él conquistó al enemigo para que nosotras pudiéramos ser libres de hacer lo mismo. 

Así que, no dudes, mantén bien puestos los pies sobre el suelo cuando se trate del bien o del mal, de la verdad o la mentira, del pecado o de la justicia. No es nuestro trabajo ablandar los límites bíblicos, disculparse o manipular la Escritura para que a las personas les agrade. Nuestro trabajo es sostenernos a la Palabra de vida (Fil 2:16), fuerte, firme y confiadamente en el Dios a quien servimos, rehusándonos a negociar nuestra relación con Jesucristo.


Sobre la autora


Stacey Salsbery es esposa de granjero y madre de cuatro hijos. Cuando no está sirviendo una comida, viajando en un tractor con su esposo o llevando a los niños a practicar, la encontrará escapando de la locura escribiendo devocionales en Deeper Devos, donde les da a los lectores una una mirada práctica y más profunda a la Palabra de Dios. Sus cosas favoritas en el mundo (sin contar a su Salvador, esposo e hijos) incluyen decorar de casa, comprar libros nuevos y salir a correr. Stacey y su familia residen en los campos de maíz de Indiana.


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