La Biblia condena ampliamente a los políticos corruptos, y rechaza enfáticamente todo acto de corrupción1. La corrupción es uno de los efectos del pecado que resultó de la caída del hombre2. En la Biblia, la corrupción se define como una tendencia a hacer el mal y al deseo de satisfacer las necesidades egoístas a expensas de otros3. La corrupción a los ojos de Dios es un pecado grave, pues es hacerle daño al prójimo.
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